Vigilantes incondicionales
Aquel inolvidable miércoles, 20 de septiembre de 2017, exactamente a las 3:45 de la madrugada, cuando la mayor parte de la ciudadanía se protegía en sus hogares, los oficiales de seguridad José L. Ramírez González, Julio C. Yournet Ríos y Walberto Sanabria Bisbal llegaron a su turno de trabajo al Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), donde permanecieron por más de 24 horas como vigilantes incondicionales del campus.
Pasados cuarenta y tantos días luego del devastador fenómeno que causó severos daños a las instalaciones colegiales, los integrantes del Departamento de Tránsito y Vigilancia, adscrito al Decanato de Administración, relataron a Prensa RUM la terrible experiencia en la que llegaron a temer por su propio bienestar ante los vientos y la lluvia que desató María con furia en la casa de los Tarzanes y las Juanas.
Según explicó Ramírez González, quien es el director interino de ese Departamento, ya estaban establecidas, como parte del protocolo de emergencia, esas funciones del personal, pero de manera voluntaria y siempre salvaguardando la integridad de los empleados. Cónsono con su misión de mantener el orden y la tranquilidad institucional garantizando la protección de la vida y propiedad de todos los componentes de la comunidad universitaria, la idea también era que pasado el evento, se revisaran los daños y se continuara con esa labor.
El fatídico día 20 del noveno mes de este año no fue la excepción. El Director interino arribó al turno al igual que los oficiales Yournet Ríos y Sanabria Bisbal, quienes serían sus compañeros de labores por las próximas horas de tensión, desvelo y preocupación, no solo por lo que podría ocurrir en el RUM, sino en sus propios hogares.
“Nos quedamos hasta que se acabó el huracán, el jueves 21 en la tarde. Nosotros estábamos aquí, pero nuestras mentes estaban con las familias, no fue fácil, pero los dejamos protegidos y vinimos a cumplir con nuestro deber”, afirmó Ramírez González, quien es oficial de seguridad IV con una trayectoria de 35 años en el recinto mayagüezano de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
De ahí en adelante, una vez María se acercó a la región y comenzó a golpear el área fuertemente, el trío vivió instantes sumamente retadores sin electricidad la mayor parte del tiempo, ni otra comunicación al exterior que no fuera su sistema de radio.
“Fue una experiencia tremenda, al principio lo pasamos en el Retén, vimos que las cosas se pusieron un poco malitas y arrancamos al edificio de Enfermería. Allá nos pasó lo mismo y tuvimos que movernos para Química, que estaba inundado. No fue fácil porque teníamos que correr con la caja de llaves máster que pesa muchísimo, el compañero Sanabria fue el que cargó con ella, corrimos hasta Química y nos protegimos allí”, contó el oficial Yournet Ríos, oficial de seguridad II con 12 años de experiencia en el RUM.
Por su parte, el Director interino, a quien también le tocó vivir el huracán Georges dentro de estos predios universitarios, agregó que ese desplazamiento se debió a una serie de contratiempos que los hizo cambiar su ubicación del punto original, en lo que considera fue el peor momento del día, entre las 5:00 y 7:00 p.m.
“Nosotros esperamos, estábamos cómodos en Enfermería porque ya teníamos ese edificio destinado para resguardarnos desde Irma y, como en esa ocasión -gracias a Dios- no pasó nada, nos quedamos allí en standby. Cuando llegó el virazón de María, el acústico que tiene esa estructura arriba se rompió, cayó dentro del patio interior y empezó a dar cantazos fuertes con el viento. Estábamos allí mismo en el borde de esa plazoleta y no había luz, así que tan pronto se calmó un poco todo, cerca de las 9:00 de la noche, arrancamos para Química que tenía inundado todo el piso, más parte del empañetado de una de las vigas se cayó y también rompió los acústicos, pero allí al menos había planta eléctrica y nos podíamos refugiar en distintos sitios”, recordó.
Dentro de toda la emergencia en las que las horas les parecieron interminables, los tres oficiales se impresionaron con la velocidad de los vientos que hicieron mover como papel a las unidades móviles de Tránsito y Vigilancia, así como a sus vehículos personales, los árboles que caían con sonidos estruendosos y la acumulación de agua que causó inundaciones e hizo subir el nivel de la Quebrada de Oro que atraviesa el Colegio.
Hubo un momento de luz y esperanza para los oficiales cuando el personal de la Red Sísmica de Puerto Rico (RSPR), que también pernoctó en sus instalaciones dentro del RUM, se logró comunicar con ellos por radio y en adelante les compartió las coordenadas y toda la información a la que tenían acceso, ya que fue como un faro en el oeste, la única dependencia en la región con un sistema de radio y recepción satelital que sirvió de apoyo a las agencias de manejo de emergencia municipales, así como a las federales.
“La Red Sísmica era la voz de Puerto Rico, fue la que se pudo comunicar con todas las demás emisoras para poder transmitir lo que les enviaban y, gracias a Dios, estuvieron pendientes a nosotros e igualmente nosotros con ellos. Al contactarnos, nos sentíamos un poco más tranquilos, relató Ramírez González.
De hecho, fue la RSPR la que les advirtió que el peligro continuaría hasta el próximo día a pesar de la aparente calma que se sintió en cierto momento. Todavía incrédulos por la larga duración del evento, pudieron confirmar ese dato, pues el segundo episodio registró las peores ráfagas y aguaceros. Ya el jueves, cuando fue seguro salir de su refugio, el cuadro no era muy alentador.
“Todo estaba destrozado, daban ganas de llorar”, rememoró Yournet Ríos, al tiempo que explicó que no había acceso por ninguna de las vías principales del Colegio por lo que tuvieron que comenzar a abrir paso poco a poco hasta al menos llegar a la Red Sísmica para darse el emotivo abrazo con sus empleados y la esperada respuesta de 'estamos bien' ”.
Ya a partir del jueves en la tarde, a pesar de los obstáculos y peligros en las carreteras, comenzó a llegar más personal de Tránsito y Vigilancia para relevar a sus compañeros y tomar las riendas de los próximos turnos de trabajo. También llegó el Decano interino de Administración, Carlos E. Rosas Muñiz, y otros empleados colegiales como Albert Ramírez Jiménez, mensajero y motorista de la Oficina de la Rectora, quien con machete en mano comenzó a limpiar y despejar los caminos.
En el pasado mes, Tránsito y Vigilancia ha continuado con sus labores, como de costumbre, y apoyando en términos de seguridad y orden en todo el proceso de reconstrucción. El Director interino expresó su agradecimiento a todo el personal de esa dependencia por la labor realizada en esta emergencia, en especial a Yournet Ríos y Sanabria Bisbal, oficial de seguridad II, quien labora en el RUM hace 28 años.
Asimismo, agradeció el apoyo que en todo momento le ha brindado la Administración y ya incluso se han sostenido conversaciones con el propósito de evaluar y determinar qué se debe mejorar. La prioridad, según constató, será un lugar donde estos trabajadores colegiales puedan permanecer seguros en caso de un evento catastrófico de esta envergadura.
¿Satisfechos con la labor realizada?, preguntó Prensa RUM, a lo que no vacilaron en contestar al unísono: ¡Claro que sí!
“Pasamos un susto, pero como yo siempre he dicho, nosotros lo que tenemos se lo debemos al Recinto y tenemos tanto que devolverle, que lo volveríamos a hacer”, puntualizó Ramírez González.
SOURCE: http://www.uprm.edu/portada/article.php?id=4041 |