Cada uno aportó, en su tiempo, para que la institución llegara hasta el sitial que tiene hoy día. Algunos desde la docencia, otros en puestos administrativos, otros en tareas de mantenimiento... todos, todos fueron importantes, de una forma u otra, para que las generaciones del presente puedan recibir el pan de la enseñanza en el ya centenario Colegio.
Una súbita y fuerte lluvia nocturna de septiembre, que duró desde el principio hasta el fin de la actividad en la que se honró la memoria de los colegiales ya fallecidos, pareció ser la señal que envió la naturaleza para complementar el recuerdo de aquellos, que desde su disciplina, especialidad o área técnica plasmaron una huella en el camino.
Una vela se encendió en representación de cada facultad, los estudiantes y de los grupos sindicales del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM). El vestíbulo del Edificio José de Diego se convirtió en un aposento de recordación. Las escaleras acomodaron las melodiosas voces de Corium Canticus. Los pasillos sirvieron de albergue a los presentes. Los ventanales abiertos permitían la entrada de las añoranzas. En fin, todo armonizó, en una aparente complicidad del universo, para que la actividad que estaba planificada para ser al aire libre, se llevara a cabo en un ambiente solemne e íntimo.
El rector interino Jorge Rivera Santos, y cada uno de los decanos, así como representantes de la Hermandad de Empleados Exentos No Docentes, la Federación Laborista y el Consejo General de Estudiantes, compartieron mensajes de reflexión. Se leyeron los nombres de los que ya no están en el plano físico, al tiempo que se ubicaba una flor representando cada grupo, y una última flor en memoria de los que, por alguna razón, no se mencionaron. A todos los que contribuyeron a través de su labor, muchos de ellos fallecieron ejerciendo sus funciones, se les honró en la actividad que se llamó In memoriam al colegial por siempre.
"Nuestro grito dice: 'Antes, ahora y siempre... ¡Colegio!' ". En ese antes, tenemos todas estas personas que recordamos; en el ahora, estamos nosotros que podemos dejar nuestra huella como la estamos dejando; y en el siempre, vendrán aquellos que también dejarán sus huellas, para los próximos 100 años de historia de nuestro querido Colegio. Que descansen en paz, siempre los recordaremos", dijo Rivera Santos en su mensaje.
Y es que todo tiene su tiempo. Esa fue la reflexión que compartió con los presentes la profesora Claudina Brinn, exdirectora del Departamento de Banda y Orquesta del RUM. "Tiempo de nacer y tiempo de morir", leyó al citar el texto bíblico de Eclesiastés. "Tiempo de llorar y tiempo de reír, tiempo de estar en duelo y tiempo de bailar". Y esa noche de lluvia pertinaz ofreció el contexto para contar con un tiempo para recordar. Brinn, concluyó su participación con la interpretación del himno Fortaleza mía.
La profesora Norma Sojo, quien fue la maestra de ceremonias, anunció la conclusión del simbólico acto. El Himno Colegial sellaría al acto de recordación. Las voces juveniles que representan el presente y el futuro, entonaron una vez más: "el poema de optimismo que levanta el corazón". Elevó el corazón de los que ya no están y son recordados; y levantará el corazón de las futuras generaciones.