Y su guitarra hablóUna luna creciente que iluminaba el firmamento de aquel comienzo de mayo; un cielo despejado, adornado por la inmensidad de sus constelaciones; una naturaleza que obsequió su afinado canto nocturnal; la arquitectura de una estructura con historia; un público ávido de musicalidad: una guitarra que habló. Todos estos elementos se fusionaron como escenario ideal para el concierto La voz de mi guitarra, que ofreció el doctor José Antonio López, concertista y catedrático asociado del Departamento de Humanidades, en uno de los jardines exteriores del Museo de Arte y Senado Académico (MuSA) del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM). La velada musical, organizada por la Oficina del Rector como un homenaje a los educadores del Recinto en su semana, contó con un variado repertorio que mantuvo una reverente atención del centenar de colegiales que disfrutó del talento del maestro y del poético entorno que fue cómplice de la especial noche. “Es para mí, un verdadero placer tenerlos a todos ustedes aquí presentes esta noche. Queremos darles un regalo a los profesores, los estudiantes, los empleados y a todos los amigos que se acercan a nosotros. Reconocemos el extraordinario desempeño de los educadores. Agradecemos la labor que hemos recibido de los empleados en apoyo a la docencia y a los estudiantes que vienen a buscar la mejor educación. Y qué mejor que uno de nuestros propios talentos; disfrutemos este concierto del gran compañero José Antonio”, indicó el doctor Jorge Rivera Santos, rector del RUM. La guitarra comenzó su conversación con la obra Sevilla, del compositor español Isaac Albéniz. La pieza, que pertenece a la Suite española Opus 47, sirvió de obertura para el despliegue de acordes y matices que, en esta particular ocasión, y a lo largo de todo el concierto, fueron acompañados por el cantar de los pajaritos y los coquíes. Un sueño en la floresta, del paraguayo Agustín Barrios Mangoré, una obra que evoca un cofre de nostalgias, fue el siguiente obsequio musical del maestro. Una vez más la voz de su guitarra relató una historia única para cada escuchante a través de la impecable ejecución del concertista. “Esta obra tiene la reputación de ser considerada la pieza más difícil que se ha escrito para la guitarra de concierto, no necesariamente en lo técnico, sino porque exige un alto reto desde el punto de vista de la interpretación. Al igual que Sevilla, requiere una afinación diferente y una guitarra con más trastes. Tiene la técnica del trémolo que son tres voces simultáneamente sonando en la guitarra. En mi carrera tiene un sentido especial por un vídeo que se filmó en el Recinto y que me ha abierto las puertas a conciertos internacionales”, sostuvo López, al interactuar con la audiencia. “Barrios llevó la guitarra de concierto a un nivel más alto que ningún otro compositor lo había hecho… En un encuentro en Brasil, coincidieron Andrés Segovia y él. Segovia se quedó sorprendido de este genio que transformó la guitarra, posteriormente se comienza a llamar a Barrios como el Chopin de la guitarra”, explicó antes de interpretar el Vals Opus, No. 4 de la autoría del mencionado prolífico compositor y guitarrista de Paraguay. Tras la interpretación del Tema y variaciones sobre la Flauta mágica de Mozart, Opus 9, de Fernando Sor, estaba pautado un intermedio, mas el guitarrista decidió continuar de corrido con un segmento dedicado a Brasil. “En esta segunda parte he decidido que la guitarra siga cantando con un repertorio clásico más ligero. La siguiente obra la he titulado Suite carioca y son obras de los años 20 y 30 que representan la confluencia de compositores de Río de Janeiro”, explicó. Fue así que, el virtuoso de la guitarra, ofreció su excepcional arte a través de las obras Sons de carrilons, de Pernambuco; Se ela preguntar, de Dilemando Reis; Choro típico No. 1, de Heitor Villalobos; y Lamentos de morro, de Aníbal Augusto Sardinha, mejor conocido como Garoto. “Se ela preguntar, en lo personal tiene una historia. Hay gente que no tiene pasión por la música o no los mueve. Eso me pasaba con esta persona y llegó a un punto que yo me acostumbré, tocaba, pero no había una reacción. Hasta que un día me dio la gran sorpresa, estaba tocando esta obra, se me acercó y me dijo: ‘el día que me muera, tócame esa pieza’. Me quedé con eso en la mente, luego me enteré que murió y cuando verifiqué, fue el día que me lo pidió”, relató. Continuó con el segmento titulado Flores para Natalia que, según explicó, incluye en todos sus conciertos con el ánimo de, a través de la improvisación, integrar algunas de las obras del venezolano Antonio Lauro. De esta forma, comenzó y terminó esa sección con el vals Natalia. “¿Aquí hay estudiantes míos por casualidad? ¿Saben quién es Piazzolla?”, preguntó López, lo que provocó que se levantaran muchas manos y los aplausos de sus discípulos del curso de Apreciación musical. Inmediatamente, interpretó una sección, no contenida en el programa, a la que tituló Piazzollando, en la que ejecutó -con la fortaleza que requiere el género- los contornos melódicos de segmentos de cinco tangos del compositor argentino Ástor Piazzolla. Luego le dedicó a su colega y amiga, la doctora Lydia Margarita González Quevedo, la pieza que nombró De un pájaro las dos alas, en la que unió La danza Lucumí, del cubano Ernesto Lecouna; y Madrigal, del puertorriqueño natural de Santurce, Felipe Rosario Goyco, mejor conocido como Don Felo. Y la voz de su guitarra concluyó con la rica cadencia rítmica de la obra Misionera, del argentino Fernando Bustamente. Un concierto memorable El público agradeció, con sonoros aplausos, el peculiar recital bajo las estrellas armonizado con los sonidos de la naturaleza. “Yo le he dicho a José Antonio que sus notas, su música, se quedan para siempre en el espíritu de los que escuchamos. En esta noche maravillosa su música ha llenado este espacio. Yo quisiera que el recuerdo de este concierto simbolice para José Antonio cuánto de su voz se queda con nosotros y cuánto significa tener talentos como este en nuestro campus”, indicó la profesora Nilsa Velázquez, ayudante ejecutiva del Rector, tras entregarle una placa en agradecimiento por su participación. El ingeniero Eliud Bonilla González, egresado del RUM, estaba de visita en Puerto Rico y nunca imaginó que asistiría, durante sus vacaciones, a un concierto de “calibre mundial”. “Fue un experiencia inolvidable, regresar al Colegio y disfrutar de tan exquisito recital bajo la luna, estrellas y armonizado con el canto de coquíes. El repertorio, la interpretación, el público, y el ambiente estuvo a la altura de las mejores salas de concierto del mundo”, indicó el exalumno, quien en sus tiempos universitarios fue parte del coro del RUM y actualmente es miembro del Voce Chambers Singers del estado de Virginia. “Siento mucho orgullo ver que el Recinto sigue en la vanguardia de, no solo la educación técnica, sino también en la calidad de vida de la comunidad universitaria a través de las artes”, sostuvo el ingeniero eléctrico. También, para el propio concertista fue una noche “memorable” en la que el “entorno superó todas sus expectativas”. “Cuando llego al lugar y lo veo de la forma que está preparado: el silencio de la noche era algo único y espectacular. Dentro de la concentración entre una pieza y otra me pregunté: ‘¿Los pájaros cantan de noche?’ Y allí surgió el próximo capítulo de un libro que estoy escribiendo. Todo estaba tan absolutamente perfecto: el sonido de la guitarra, la noche fresca, la audiencia, todo fluyó; y en la vida hay pocas cosas así. En términos generales, me impresionó mucho el silencio”, expresó luego en un aparte con Prensa RUM. El catedrático, que se ha presentado en importantes plazas musicales como el legendario Carnegie Hall, de Nueva York; el Teatro Amadeo Roldán, de La Habana, Cuba; y más recientemente en el Teatro Nacional, de Ecuador, explicó el rigor que se requiere a la hora de presentarse en un concierto. “Es la entrega de la vida entera a un instrumento y en un concierto uno queda muy expuesto. Durante esa trayectoria, uno va memorizando la obra y montándola. Porque yo prefiero dar los recitales sin partitura, ya que siento que si uno lee, da la impresión de que uno está estudiando. Yo quiero que sepan que hice mía la obra y tomo ese riesgo”, afirmó el también autor de varios libros relacionados con la guitarra. La discografía de López incluye los títulos: A una sola guitarra, Flores para Natalia, Obra Integral de Leonardo Egúrbida y Una guitarra en el silencio, entre otras. “La guitarra la tienes pegada al corazón, es como un respiradero, por lo tanto es muy fácil exteriorizar tus interioridades”, concluyó. SOURCE: http://www.uprm.edu/portada/article.php?id=2229 |