Ay duros ojos de la cautiva
que al bucanero locura llevan,
ojos que en su alma ya desataron
el zas fulmíneo de la centella.
Aires bucaneros
Luis Palés Matos
En la vida uno se topa con seres que parece que emergen de algún anaquel de libros o de la imaginación de un virtuoso de la palabra. Tienen forma y cuerpo joven, pero alma y sabiduría de viejos. Conjugan talentos, virtudes e inteligencias con una pericia asombrosa y cautivadora. Son fuentes inagotables que desbordan ideas y pensamientos.
Wilfredo José Burgos Matos es uno de esos entes. Su rostro lozano le delata los recién cumplidos 21, pero ya carga en sus hombros, como a quien le pesan los años, muchos dones y vocaciones. Es hispanista, escritor, artista, músico, fotógrafo, productor teatral, periodista y filántropo, entre muchos otros sombreros, pero -ante todo- se considera un apasionado de su patria, con la aclaración de que es caribeño y antillano.
El pasado viernes, 14 de junio, desfiló durante la nonagésima novena colación de grados del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), como uno de los estudiantes Summa Cum Laude del Colegio de Artes y Ciencias, y como el Premio Eugenio María De Hostos que otorga el Departamento de Estudios Hispánicos a su mejor alumno.
No hay casualidades. El reconocimiento le tocaba por mérito de excelencia académica y liderazgo, pero también por afinidad con el gran escritor, pensador y educador puertorriqueño.
"Más que un honor, recibir el premio es una responsabilidad social que tengo por lo que Hostos defendió consciente de sus raíces. Me motiva a llevar el mensaje de la importancia que tiene el Caribe en la historia de América y lo únicos que somos; a dedicarme a este espacio geográfico que me vio nacer y que siempre voy a estar orgulloso de representar ante el mundo", reveló.
Antes de colocarse la toga, el birrete y la esclavina verde colegial, a Wilfredo le tocó un empinado trayecto, con altas y bajas, que describe como una evolución. Graduado del Centro Residencial de Oportunidades Educativas en Mayagüez (CROEM), escuela especializada en Ciencias y Matemáticas, llegó al Colegio convencido de estudiar Microbiología Industrial. No obstante, una sola clase de Humanidades, en su primera semana de prepa, bastó para descubrir su verdadera pasión.
Su cómplice mayor en ese proceso fue un espacio físico: la sala de Circulación y Reserva de la Biblioteca General del Recinto, cuyas repisas le sirvieron de refugio al alma y respuestas a sus dudas.
"En mis momentos de pena, tristeza, dolor, alegría, siempre estaba allí; fue donde me pude encontrar y dar contra la pared, saber cuál era mi realidad y a qué yo me tenía que atener para ser una persona de provecho y éxito. Me di cuenta de que quería desempeñarme en el mundo humanístico porque desde antes ya había sentido el llamado. Esa experiencia fue transformadora y me ayudó a ver la realidad", relató el aiboniteño.
Ya una vez encaminado en Estudios Hispánicos, concentración que completó en tres años, dividió su tiempo entre sus cursos y sus múltiples actividades extracurriculares. Precisamente, la disciplina y el "bagaje de conocimiento" que le brindaron sus profesores es uno de los legados más valiosos que se lleva del Colegio.
"Son muchos, pero alguien bien especial para mí es la doctora Carmen Rivera Villegas, quien me impulsó, vio en mí algo que yo creía que no tenía. Ella fue una pieza esencial y al sol de hoy, sigue siendo mi mentora. Asimismo, la profesora Aida Carrero, por las muchas oportunidades que me brindó en la clase y de organizar eventos para el Departamento; y la doctora Doris Martínez, cuyas palabras me motivaron a seguir en este campo", reiteró.
Como parte de su vivencia, el colegial formó parte de la Asociación de Estudiantes Subgraduados de Estudios Hispánicos (AESEH) y la de Drama en la Educación (AEDE). Fue conferenciante de los Talleres de Redacción Periodística del Centro de Redacción en Español, especialista y tutor en el Centro Universitario para el Acceso, locutor de Radio Colegial y webmaster del Rincón Gramatical, aparte de sus múltiples participaciones como moderador de conversatorios y presentaciones de libros.
Atado a uno de sus grandes amores, la República Dominicana, y como defensor de los derechos humanos, Wilfredo se convirtió en uno de los líderes de la iniciativa comunitaria Unidos por Jubey, cuya misión, junto a los integrantes de la AESEH, ha sido adoptar la Escuela del Cruce de Boca Chica para llevarles efectos escolares y artículos de primera necesidad, así como ofrecerles talleres educativos y culturales.
Una de sus grandes satisfacciones, según contó, fue integrarse a comienzos del 2012 al Taller de Estudiantes de la Oficina de Prensa del Recinto, oportunidad que le permitió entrar en contacto con otra de sus consentidas vocaciones.
"Nunca pensé que iba a enfocarme en el periodismo, siempre tuve esas incógnitas de saber hacia dónde me iba a dirigir. Pude encontrar una forma distinta de decir las cosas, otra pasión y manera de hablarle al mundo, de seguir desnundándome a través de las letras. También me dio el foro para interactuar con personalidades de renombre, y personas exitosas del Recinto cuyas historias me motivaron y me ayudaron a seguir hacia adelante", aseguró.
Este apasionado de las ciencias políticas, la historia y el cine, en especial del director español Almodóvar, también se ha destacado en el campo de la música, arte que comenzó a cultivar hace 14 años por la semilla que sembró su papá, un fanático no solo de la cultura puertorriqueña, sino de la cubana y brasileña.
Comenzó como cantante del género típico y, desde los siete años, participó en tres ediciones del Encuentro de niños trovadores de Aibonito. Colaboró, de igual forma, con el Coro de niños Regalo del Cielo de la Parroquia San José, en el mismo pueblo. Desde entonces, aprendió a tocar guitarra, un poco del cuatro nacional, saxofón alto y, recientemente, el ukelele.
Esa rama artística ha sido fundamental para su formación y para su desarrollo, pues le ha proporcionado un ingreso económico adicional para sufragar sus gastos universitarios. Integra tres grupos en la actualidad: Cánticos de amor, Sonoro Latir y Pa'lante y con Swing. Aunque es bohemio y bolerista por excelencia, la sangre dominicana tiene más peso a la hora de interpretar los merengues y las bachatas que tanto adora.
De hecho, esa inclinación por la cultura del vecino país trasciende la frontera musical hasta su futuro académico, ya que contempla analizar esa nación caribeña como parte de sus estudios graduados.
"Quisqueya la bella es mi otra casa, a tal nivel que puedo decir que me siento dominicano y puertorriqueño con mucho orgullo no solo por los vínculos familiares que tengo y por la oportunidad que tuve de visitar a mi hermana cuando vivía allá, sino porque siempre he encontrado en esa tierra la contestación a mi identidad", precisó.
Su próximo paso académico lo lleva a realizar uno de sus más preciados sueños: estudiar en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, donde comenzará su maestría en Comunicaciones a partir de agosto. Luego, se visualiza como alumno doctoral en estudios latinoamericanos y del Caribe con la aspiración de dedicarse a la docencia.
Desde los jardines del campus que lo vio crecer los pasados cuatro años, con la escultura de Hostos de fondo como testigo, Wilfredo se remonta a las frescas temperaturas de su querido Aibonito, junto a sus padres Frances y Wilfredo, a quienes agradece infinitamente los sacrificios realizados para ayudarlo a completar esta etapa.
De igual forma, atesora el balance que logró a nivel social para confraternizar y compartir otros de sus talentos en la cocina internacional, el baile y como imitador y comediante innato. De hecho, sus más grandes regalos son los vínculos de amistad y hermandad que hizo en la Sultana del Oeste.
"Todas las personas que conocí, mis compañeros de trabajo y de clase, los rostros que me llevo conmigo, me nutrieron, ayudaron y mantuvieron firme. Se convirtieron en mi familia y eso es algo que me voy a llevar bien adentro y que me ayudó a crecer y a ser la persona que soy hoy".
Escucharlo así, con esa genuinidad en su voz, nos recuerda que no se trata de un personaje escapado de un poema, sino, definitivamente, de un ser fuera de este mundo.