Una época de necesidad, en la que su esposo se quedó sin trabajo y sus tres hijos cursaban estudios universitarios, obligó a Ruth Pérez, una química retirada, a convertirse en agricultora de la piña cabezona en Lajas.
Desde entonces, han pasado poco más de tres años y la agroempresaria ahora es presidenta de la Finca Don Pupa, localizada en la Carr. 306 del valle lajeño, en la que se producen mermeladas y aderezos de la fruta, y se cosecha “la más dulce piña del mundo”, según sostiene.
“Mi esposo dice que ya hemos encontrado la fórmula perfecta para que salga bien dulce siempre”, afirmó con orgullo Pérez.
Y no es para menos, ya que sus comienzos en la agricultura no fueron nada fáciles.
“Teníamos un pedacito de terreno y se nos ocurrió sembrarlo, porque en la familia siempre corría la vena agrícola. Lo sembramos con mucha dificultad, porque la semilla es bien escasa, aparte de que se tarda mucho, de 18 a 24 meses, en tener la producción,”, indicó.
Sin embargo, hoy puede ver literalmente el fruto de su sacrificio inicial gracias, en gran medida, a la educación que recibió del Centro Empresarial para la Mujer en la Agricultura (CEMA), una dependencia adscrita al Colegio de Ciencias Agrícolas del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM).
“A mí me ha encantado el curso, es bien completo. El personal es muy competente; ver que haya ese dinamismo en estos profesionales que estén dispuestos a llevarnos todo ese conocimiento, para mí es excelente. Aparte de que los instructores son excelentes y tienen la capacidad para proveernos la información, que es muy buena, muy práctica. Es como ir a la universidad y tomar el curso de agronomía y economía agrícola que nosotros necesitábamos”, enfatizó.
Lo mismo le pasó a Lourdes Lluberas, a quien los problemas de salud de sus retoños la llevaron a buscar refugio en la tierra y, posteriormente, convertirse en productora del grano del denominado néctar de los dioses.
“Comencé a tomar estas clases de agricultura y apareció una finca que me encantó, la compramos y estamos en eso ahora”, sostuvo la propietaria de un terreno en Yauco, el pueblo del café, dedicado exclusivamente al cultivo de esa semilla.
“Los adiestramientos me han ayudado muchísimo porque, realmente, yo no sabía nada del manejo de fincas ni cosechas. No solo he aprendido de su siembra y la poda, sino de la parte administrativa de la finca, de cómo llevar los libros y cómo cosechar con menos gastos”, destacó.
Tanto Pérez como Lluberas formaron parte de las 31 mujeres que finalizaron el curso Agroempresarismo con énfasis en sustentabilidad, que ofreció recientemente el Centro.
“Nosotros hemos hecho bastantes grupos alrededor de la Isla y cambiamos algunos temas, pero el básico es el desarrollo empresarial. Les damos aspectos legales, mercadeo, finanzas, uso de computadoras y aspectos agronómicos. En el caso de este grupo, estamos hablando de sustentabilidad, del manejo de los recursos naturales en la agricultura, específicamente, de tierra y otros recursos para que perduren”, explicó el doctor Jorge González, director del CEMA y catedrático de Economía Agrícola.
En el caso del presente grupo, las participantes provenían de los pueblos de la región de Arecibo hasta Yauco, quienes durante todos los miércoles de los últimos cinco meses se allegaban a la Estación Experimental (EEA) de Lajas para, durante todo ese día, recibir talleres y seminarios educativos que las convertirían en empresarias del campo agrícola.
Los adiestramientos fueron ofrecidos por recursos del propio Recinto, especialmente de la EEA, y por personal de instituciones gubernamentales y privadas, que además incluían temas bancarios y legales. Entre estas, Banco Popular de Puerto Rico, Mayagüez Commercial Banking Center, Banco de Desarrollo Económico, Puerto Rico Farm Credit y el Departamento de Ingeniería Civil del RUM.
“De estos grupos ya han salido dos asociaciones de mujeres agricultoras: la Asociación Agromujer, y Agroempresarias de Puerto Rico, Inc., que se dan a la tarea de buscar mejores oportunidades para ellas en el gobierno y el sector privado. También tenemos muchos ejemplos de féminas que tienen negocios agrícolas exitosos”, dijo, por su parte, la fundadora del Centro, la doctora Gladys González, quien también es decana interina de Ciencias Agrícolas del Recinto.
Ese es el caso de la egresada colegial de la Clase 2010 del programa de Horticultura, Neyra Toro, quien ha asumido con gran compromiso el rol que heredó de sus padres en la agricultura, específicamente en la producción de frutas y vegetales.
“Estamos desarrollando harinas de cacao y estamos tratando de ver si podemos hacer harina de café en el futuro. Por el momento, nos concentramos en frutas exóticas como rambutanes, mangostanes, lanzones, nones y una colección de cítricos. Tenemos también, hortalizas y algunos farináceos”, sostuvo.
La joven agroempresaria, cuyos productos se comercializan en plazas del mercado y otros lugares similares, recibe la colaboración de sus progenitores, Luz Torres y Radamés Torres, quienes la acompañaron durante todos los seminarios y también perpetúan la noble tradición familiar de cultivar el terruño.
“Estos cursos han sido excelentes y hay que darles las gracias a las personas que han tomado la iniciativa de prepararnos, porque esto es una experiencia nueva para nosotros. En casa, mi papá era agricultor y nosotros cooperábamos, pero hoy en día hay necesidad de fomentar la agricultura para sostener al País porque se puede sostener: hay tierra, pero hay que tener manos, pasión y devoción”, manifestó doña Luz.
Mientras, su esposo, quien fue uno de los cuatro varones que se sumaron al grupo de féminas, se mostró satisfecho con lo aprendido y con poder transmitirle sus conocimientos a su heredera.
“Yo soy el agricultor anónimo, pues vine para ayudarle a mi hija, para que se desarrolle en su campo y mi experiencia pasársela a ella”, admitió.
Para culminar la jornada educativa, los participantes fueron agasajados con un día de logros, en el que se le entregaron certificados de reconocimiento por su desempeño.
“Lo importante aquí es reconocer, primeramente, la importancia de la mujer como agroempresaria y la importancia del sector agrario, que es el que no solamente provee alimentos, sino que nos da fibra, energía, entretenimiento, medicinas y otros, y es un sector que, actualmente, ha sido un poco olvidado”, expresó el doctor González.
El CEMA, que funciona con fondos externos del RUM, se fundó en el año 2007 y desde su creación ha impactado a más de 400 mujeres que se dedican al sector agrícola.