Al llegar al laboratorio de su clase al principio de semestre, lo que encontraron fue un enorme terreno vacío, que incluso los intimidó. Hicieron falta muchas lluvias, vientos, soles y lunas, para ver resultados, pero lo aprendido en clase sobre agricultura, el trabajo arduo y los consejos de sus instructores, los llevaron a obtener una productiva cosecha y, sobre todo, un inmenso apego por la tierra.
La vivencia perteneció a los estudiantes de varias secciones del curso de Producción de Cultivos, CFIT 3005, del Colegio de Ciencias Agrícolas (CCA) del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), quienes experimentaron todos los pasos necesarios en un huerto desde crear sus propios semilleros, trasplantar y combatir los típicos problemas del campo, hasta recolectar el producto final.
"Es un curso introductorio que he tenido la oportunidad de enseñar durante la última década y de participar en un comité de revisión de Asuntos académicos de nuestro Departamento de Cultivos y Ciencias Agroambientales, en donde se ha estado evaluando. Una de las recomendaciones de los profesores era que tuviera más participación y una mayor práctica, que les permitiera amar la agricultura para que se dieran a la tarea de sembrar y ver que lo que nos comemos sale de la tierra y del amor que nosotros podamos ponerle", reiteró la doctora María del Carmen Librán, catedrática del mencionado departamento.
Según explicó la profesora, los resultados de este semestre han demostrado que esa es la vía más idónea para cumplir con los objetivos propuestos. La clase, que es requisito para todos los alumnos del CCA, culminó con un enorme huerto en su laboratorio de la Finca Alzamora en el que sembraron y cosecharon, en la mayoría de los casos, dependiendo del tiempo requerido de cada producto.
El hermoso paisaje estaba compuesto por los colores brillantes de lechugas, batatas, piña, aloe, arroz, gandules, frijoles, habichuelas, berenjena, ají, pimiento, pimiento campana, calabaza, calabacín, caña, limoncillo, tomate, maíz, melón, cebolla, quingombó, yuca, fresa, parcha, así como girasoles, flores que atraen abejas y repelentes naturales como el orégano brujo y el alcanfor.
"El principal objetivo es enamorar a los estudiantes. Muchos creen que solamente se trata de plantas, pero debemos estar conscientes de los factores que interactúan para lograr tener una cosecha, como los bióticos y abióticos. A veces se cree que el suelo es inanimado, pero existen microfloras y animales que lo hacen vivo para que pueda ayudar a la planta. También contamos con otros componentes como el viento, las rocas, los hongos y bacterias, que al educar a los alumnos sobre esa biología del suelo, les ayuda a ver la importancia de esto, toda la ciencia que incluye y lo relevante que es la agricultura en Puerto Rico, ya que lo más que nos está faltando es la comida", aseguró Yeokhanan Luis Lugo Ramos, instructor del laboratorio y estudiante graduado de Ciencias Agrícolas.
De hecho, este apasionado educador, acompañó a Prensa RUM a un recorrido por las distintas cosechas de las que explicó algunas de sus características principales. De esa manera, contó datos curiosos como, por ejemplo, que la parcha es un cultivo de alto valor por lo que la reproducirían por esqueje para crear una especie de clon de la planta y que cada estudiante pudiera llevarse una a su casa. Asimismo, algunos grupos utilizaron excremento de cabras de la Finca Alzamora como abono, hicieron trampas de moscas y cobertura de terreno para evitar erosión, todo con medios naturales.
Además, relató que algunas de las especies que sembraron tenían como propósito atraer a polinizadores, que hicieron su propia composta e introdujeron lombrices para ayudar a promover la microflora del suelo.
Uno de sus estudiantes, Atlante Rosado Colón, con doble concentración en Microbiología y Horticultura, explicó que le propuso a su profesor el uso de estos organismos como medios alternativos, costo efectivos y seguros al ambiente.
"Cuando empezamos el curso queríamos irnos no solamente por el lado tradicional de aplicar fertilizantes y pesticidas, sino considerar otras posibilidades como las plantas leguminosas que fijan nitrógeno en el suelo, atraer polinizadores con los girasoles y otras flores para traer la abeja al huerto, que es muy importante para el éxito del mismo. Otro aspecto que quisimos introducir fueron las lombrices que incluyen un microbioma bastante amplio que sirve para proteger la planta contra otros patógenos. Aplicamos estas técnicas y el resultado fue un huerto exitoso, todos cosechamos y se pasó muy bien en familia, como debe ser", expresó Atlante.
Muchos de sus compañeros de curso, que asistieron a la convocatoria de la profesora Librán, coincidieron en la apreciación de que la labor en equipo, la perseverancia y la utilización de medios naturales para ayudar en el proceso, fueron determinantes para obtener los objetivos.
"Para lograr un huerto hay que perseverar, tener coordinación y mucho trabajo en equipo, pues sin eso, nada se pudiera conseguir. Todas las semanas hay que estar monitoreando y más que todo, no darse por vencido nunca porque si el sol, la seca, la lluvia lo permite, a eso nos tenemos que acatar", dijo David Rivera Polanco, en primer año del Departamento Protección de Cultivos, a quien le llamaron mucho la atención el quingombó y el arroz.
Para Sylvia Noriega Luciano, del Departamento de Ciencia Animal, lo obtenido en el transcurso del semestre y el producto final fueron totalmente inesperados, pues llegó al curso con la percepción de que solo aprendería de plantas y su anatomía.
"Cuando nos trajeron a acá, yo vi que no había nada y mira cómo está ahora, es espectacular. Hemos cosechado todas las semanas. Otra medida que nuestro grupo utilizó fue que no usó el aceite de animal que se recomienda a todo el mundo para las plagas y las plantas de nosotros están hermosas. Además, dejamos que siguieran creciendo, cosechamos y esperamos que sacaran semillas para volver a germinarlas. Fue una experiencia hermosa", opinó Sylvia sobre el ciclo.
Daimer Castro Vega, de Agricultura; así como Christian Marrero y Alondra Pérez Ramírez, ambos de Ciencia Animal, también brindaron sus impresiones sobre esta aventura que los acercó más a las bondades de la tierra.
"Tuvimos la oportunidad de experimentar todas las etapas que un agricultor debe tener en cuenta al escoger un suelo, el área, el clima y todo lo necesario para un cultivo exitoso. Me llamó la atención el uso de abono y las distintas formas en que podemos ayudar a la planta en caso de que tenga una deficiencia y las diferentes opciones orgánicas que podemos usar para un mejor rendimiento", subrayó Daimer.
En el caso de Christian, quien espera especializarse en Preveterinaria, no esperaba que esta otra dimensión lo atrajera tanto porque, precisamente, su enfoque principal son los animales.
"Cuando llegué al curso, me dieron esta responsabilidad de venir al huerto, desyerbar, trabajar todas las semanas, algo a lo que uno no está acostumbrado. Es una de las grandes enseñanzas del laboratorio, ese compromiso con las plantas y ahora que ya es tiempo de cosecha, uno se siente bien, se enorgullece de verlas tan grandes y ver el fruto de tu trabajo literalmente".
Ese producto final fue lo que también impactó a Alondra, que enfatizó que la parte teórica es tan enriquecedora como la práctica, ya que brinda un bagaje completo en términos de los nombres científicos de las plantas hasta los conceptos de entomología.
"Me gusta trabajar la tierra, ver lo que cosechas y que el instructor te diga que esta feliz, eso te da orgullo", manifestó al tiempo que mencionó que lo más que la sorprendió fue la primera vez que observó la cosecha y "te llevas eso a casa y tus padres se comen lo que cosechaste".
Sin duda, el trabajo de todo el semestre funcionó gracias a la colaboración de todo un equipo, cuyos instructores motivaron a los alumnos. La inspiración fue recíproca, según revelaron Noelia Torres Olivencia y Gilberto Santiago Figueroa, ambos estudiantes graduados de Horticultura y Agronomía, respectivamente, y encargados de esa tarea este pasado semestre.
"Es muy gratificante ver a los alumnos que desde el principio están motivados con lo que es el desarrollo de la cosecha. Siguieron con ese entusiasmo hasta el final del semestre y llena de satisfacción saber que están desempeñándose muy bien en lo que nosotros le enseñamos, que aunque sean practicas básicas, los impulsa a seguir adelante en su bachillerato en Ciencias Agrícolas", aseveró Noelia.
Gilberto, por su parte, afirmó que se sintió muy honrado de poder transmitir el conocimiento y, sobre todo, servir de guía para los futuros profesionales del campo, no solo "al enfatizar lo que son las prácticas en la agricultura, sino demostrando que hay esperanzas y que la juventud está echando hacia delante este sector agrícola", admitió.
Así también lo constató Yeokhanan, quien aspira a incentivar a muchos pequeños agricultores con su propio huerto, que a la larga contribuirán más a la sociedad.
"Ha sido un trabajo de equipo precioso, donde los profesores y los instructores hemos estado mano a mano con ellos. Es necesario que enamoremos a estos estudiantes, que vean la importancia de producir alimentos, que entiendan que no tenemos una seguridad alimentaria en nuestra isla y que cualquier pedacito de tierra que tengamos es provechoso para producir el pan de cada día. Creo que los objetivos que delineamos hace año y medio atrás, los hemos cumplido y nos tenemos que sentir muy satisfechos de este grupo de jóvenes que ha dicho manos a la obra, manos a la tierra y que han amado esto", puntualizó la doctora Librán.