Con las manos en la tierra, listos para recoger la cosecha y con un apego muy grande por las ciencias agrícolas. Con ese entusiasmo, llegó un grupo de estudiantes de escuelas públicas de la región oeste, al tercer día de campo en la Subestación Experimental Agrícola de Isabela, como parte de las actividades de los Clubes de Agromicrobios que organiza un grupo de catedráticas del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM).
En su visita, los jóvenes aprendieron sobre los distintos procesos que se realizan en los laboratorios, huertos, viveros y siembras que alberga esa instalación, adscrita al Colegio de Ciencias Agrícolas (CCA) del Recinto. La experiencia les sirvió además para ver en la práctica, muchos de los conceptos que han adquirido a través de esta iniciativa.
Precisamente, el propósito es fomentar interés entre los escolares por carreras relacionadas con la disciplina. Para ello, las investigadoras han organizado los clubes en las aulas seleccionadas, cuyos maestros reciben talleres de formación para luego transmitir el conocimiento a sus discípulos.
“Lo que realmente deseamos es que algunos de estos chicos sientan en su corazón el deseo de venir a estudiar Ciencias Agrícolas. Realmente, es muy satisfactorio recibirlos y ver que se van sumergiendo en lo que es la investigación y que van haciendo esos pinitos. Es un gran placer hacer ese tipo de labor y eso es lo que esperamos, que ellos sientan el mismo amor”, expresó la doctora Leyda Ponce de León González, una de las profesoras a cargo del proyecto, quien dicta cursos en el Departamento de Ciencia Animal y en el programa de Ciencia y Tecnología de Alimentos, ambos del CCA.
De hecho, sus esfuerzos han rendido resultados fructíferos, pues algunos de los participantes de estos clubes han llegado ya al Recinto a obtener una formación en esas disciplinas. De igual forma, los colegiales que han trabajado como mentores se han beneficiado de la oportunidad.
“Un componente es el área de reclutamiento, por eso vamos a las escuelas y traemos los estudiantes a los laboratorios día a día a que tengan esa experiencia. En el caso de retención, trabajamos con alumnos nuestros a nivel de bachillerato y graduado. Estamos viendo los frutos de una jornada bastante intensa y que requiere mucho compromiso porque estas investigaciones no se hacen de un momento a otro, es trabajo y conceptos que tienen que aprender”, aseguró, por su parte, la doctora Lydia I. Rivera Vargas, investigadora principal.
La también profesora del Departamento de Ciencias Agroambientales agregó que este proyecto, que culmina este año su tercer ciclo de operar con fondos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, también incluye la adquisición de equipos para laboratorios, talleres y adiestramientos para el componente docente.
“Yo entiendo que alcanzamos los objetivos y los sobrepasamos. El número de estudiantes impactados es de alrededor de 180. También hemos beneficiado a los subgraduados, a través de los cursos y a los graduados. En términos de los talleres para los profesores también tuvimos mucha participación y estamos haciendo uso de lo que aprendimos en los laboratorios. Parte de esta propuesta establece que ahora un comité externo va a estar mirando esto y va a someter un informe de nuestro trabajo”, añadió Rivera Vargas.
Una de las alumnas que ha colaborado en este esfuerzo desde sus inicios es Cecilia Monclova Santana, en su quinto semestre de Maestría en Ciencias Agroambientales en el Programa de Protección de Cultivos.
“Comencé como subgraduada, estuve un año trabajando con la doctora Feliciano en plantas en peligro de extinción, que fue lo que luego se convirtió en mi proyecto de tesis y ahora ya estoy próxima a defender. La oportunidad de trabajar con otros estudiantes, transferir esa experiencia que uno tiene, inspirarlos y de cierta manera guiarlos, es una experiencia sumamente hermosa, hacer que ellos vean más allá y piensen fuera de la caja”, manifestó Cecilia, quien comenzará su doctorado en enero de 2016.
Como es costumbre, en el día de campo se entregaron becas de $1,000 a cuatro estudiantes de aprovechamiento académico de las escuelas públicas participantes, quienes realizarán investigación este año académico en el Recinto junto con el equipo de catedráticas mentoras, que además de Ponce de León González y Rivera Vargas, incluye a las doctoras Merari Feliciano Rivera y Patricia Ortiz. Asimismo, los que recibieron esa subvención el año pasado, compartieron los hallazgos de sus trabajos.
Carlos J. Pagán Jusino, Darilis Martínez Torres y Josué Medina Díaz, fueron tres de los alumnos presentadores, quienes analizaron a fondo temas como bacterias, hongos y plantas parásitas. Los tres jóvenes, que mostraron sus datos con mucha soltura y destreza, coincidieron en que la experiencia les ayudó a descubrir un mundo de posibilidades.
“Tuve que clasificar qué hongos estaban causándole daño a la planta Harrisia portorricensis para saber si en un futuro pueden salvarla y que no se extinga. Fue súper importante porque formé parte de un proyecto que puede salvar una especie de Puerto Rico”, dijo emocionada Darilis, en décimo grado de la Escuela Segundo Ruiz Belvis en Hormigueros.
“Pienso que haber hecho esta investigación me abre muchas puertas en el Colegio y en otras oportunidades porque es una base que ya tengo, me puede ayudar en mi futuro y en todo lo que tiene que ver académicamente”, agregó la joven.
Josué, por su parte, auscultó sobre las plantas parásitas en el árbol de emajagüilla o Thespesia populnea, lo que sin duda le motivó a una posible carrera universitaria relacionada.
“Mi proyecto trataba de identificar una planta parásita en las costas, porque estas solo se encuentran allí. Actualmente no están bien identificadas. Para mí fue una buena experiencia porque aprendí a utilizar cosas nuevas, instrumentos en los laboratorios y eso y me ayuda en mi futuro porque, aunque no estoy del todo seguro, me gustaría estudiar fitopatología”, subrayó el alumno de la Escuela Eugenio María de Hostos en Mayagüez.
En representación de los recién becados, Paola C. Del Valle Mari enfatizó en que se trata de un privilegio haber sido seleccionada para aprender más a fondo sobre una disciplina que la apasiona y en la que se inició en el Centro Residencial de Oportunidades Educativas de Mayagüez (CROEM) donde estudia el nivel superior.
“Yo comencé a tomar estos cursos y este programa porque no sabía lo que era la educación agrícola hasta que entré a CROEM. Empecé con horticultura, luego tomé agrociencias, plantas, diseño floral y me interesó mucho lo que son las plantas, el cuidado de ellas, la fitopatología y todo eso me movió a buscar más información, a explorar el área. Y ahora me llega esta oportunidad, de verdad que es un gran honor”, reiteró Paola.
“Me encanta estudiar cómo mejorar el control de la plagas porque creo que nuestro medioambiente hay que cuidarlo. Estamos en un país en el que tenemos que buscar nuevos modelos de cultivo hidropónicos y todas esas cosas para poder bregar con la sequía, me gustaría hacer una investigación en esa área”, adelantó.
Además de Paola, también obtuvieron becas: Yolimar Toro Morales, de la Escuela S.U. Juan Cancio Ortiz de Lajas; Joshua G. Camacho Vázquez, de la Escuela Antonio Acarón, en Cabo Rojo; y Rafael García Ricaurte, de la Escuela Monserrate León de Irizarry, también en Cabo Rojo.
En el evento, se rindió un breve homenaje a las maestras Evelyn Rosa, Gladys Rivera, Miley C. Oliveras y María del Pilar Reyes, quienes acompañaron a sus alumnos en la jornada, por su colaboración incondicional y su compromiso con este proyecto.
Según dio a conocer la doctora Rivera Vargas, aunque este proyecto concluye este año, planifican obtener alianzas con otras universidades para que conformen el grupo de trabajo de una nueva propuesta, muy parecida, que someterán eventualmente. Mientras tanto, reiteró que les queda la satisfacción de una meta lograda.
“Esto no tiene precio, es la alegría que te da. Siempre digo que uno tiene que tener pasión por lo que hace, que sientas que aunque estás trabajando, te gusta y lo disfrutas. Entiendo que todas nosotras en nuestro equipo somos así. Disfrutamos lo que hacemos y en ese sentido, no nos pesa. Ha sido bien fructífero y bien bonito. No hay forma de medirlo realmente”, puntualizó.
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