Un dispositivo que optimizará la ventilación artificial a los pacientes neonatales y pediátricos, que, por ende, salvará vidas o mejorará su calidad, acaba de recibir la aprobación de la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA) para comenzar su etapa de comercialización.
Así lo dio a conocer el coinventor de esta tecnología, doctor Eduardo J. Juan García, catedrático del Departamento de Ingeniería Eléctrica y de Computadoras del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), quien es además cofundador de la compañía que tiene a su cargo su desarrollo, y que cuenta con su patente.
“Este sistema se enfoca en el tubo endotraqueal, que se utiliza para asistir a los pacientes en ser ventilados en momentos en que ellos no pueden hacerlo por sí mismos. La tecnología consta de ondas sonoras que se propagan a lo largo del tubo hacia las vías respiratorias. Se analizan estas reflexiones de una manera bien particular para determinar: dónde esta el tubo en la tráquea, si se insertó demasiado profundo en un bronquio, o si hubo extubación no planificada. Otra información que se puede obtener es si ha ocurrido alguna obstrucción como mucosidad, flema, o alguna otra secreción que impida el flujo adecuado de aire hacia el paciente”, explicó.
El investigador agregó que la compañía que mercadea el AirWave Monitoring System, se llama SonarMed, incorporada en el estado de Delaware, pero con operaciones en Indiana, la que, además, posee un dispositivo similar para pacientes adultos. No obstante, el producto más reciente es el dirigido al cuidado neonatal.
“La visión es que, contrario a otras tecnologías que requieren intervención de los profesionales de la salud, como enfermeras o técnicos respiratorios, esta te permite monitorear de manera constante la condición del tubo y, de esa manera, ser proactivo en el manejo de las vías respiratorias; no reactivo, como se hace con las que están actualmente disponibles en el mercado”, subrayó.
Precisamente, en ese punto estriba una de las mayores virtudes del dispositivo, que brinda la posibilidad de actuar de forma inmediata, antes de que ocurra una seria complicación clínica que ponga en riesgo la vida del paciente o un grave quebranto en su sistema.
“Si un bebé tiene ahora mismo una dificultad, lo van a saber cuando ya los niveles de oxígeno en la sangre son muy bajos. Eso representa un riesgo para esa criatura que puede estar a lo mejor por un tiempo, sin recibir el nivel adecuado de oxígeno y que pudiera resultar en daño cerebral, incluso permanente. Nuestra tecnología permite monitorear consistentemente dónde está el tubo, si se mueve, aunque sea por 3 milímetros, suena una alarma, por lo que es proactiva en el cuidado de las vías respiratorias”.
Según relató el catedrático de INEL, la historia de este invento comenzó a principios de la década de 1990 en Purdue University, cuando el doctor George Wodicka identificó la necesidad de esta tecnología por un acercamiento que le hizo una pediatra. En el 1997, el doctor Juan García se unió al laboratorio de investigación.
Recordó que la válida preocupación de la especialista era que en las salas de cuidado intensivo para recién nacidos, no había manera de monitorear los tubos endotraqueales.
“Estamos hablando de neonatos, la mayoría de las veces bebés que nacieron de manera prematura, pequeñitos que dependen 100 por ciento de un ventilador para poder subsistir”, insistió.
En adelante, comenzaron a desarrollar la tecnología con la intervención de otros investigadores y expertos como el doctor Jeffrey Mansfield, actual principal oficial en tecnología de SonarMed y quien trabajó en la primera versión comprobando su eficacia, tras varias pruebas.
“Cuando entro yo como estudiante graduado, mi tarea era miniaturizar todo el sistema. El prototipo que había hecho el doctor Mansfield era muy grande y verdaderamente no era práctico para ser utilizado en la clínica, por lo que mi trabajo era adaptarlo para que su uso fuera viable en hospitales”, destacó.
Lo que continuó fue todo el proceso de comercialización, cuya labor recayó principalmente en el doctor Gregory M. Ayers, egresado de Purdue, quien trabajaba para ciertas firmas de inversión y se dedicaba además a hacer búsquedas (scouting) en las universidades para ver que tecnología tenía potencial de llegar al mercado. Luego, prosiguió la redacción de la patente y el desarrollo de un modelo de negocio viable.
“Obviamente para mí era todo una sorpresa, una novedad, yo no sabía nada de esa faceta comercial, así que fui aprendiendo mucho y se logró finalmente la tecnología en miniatura. Funcionó excelentemente bien en conejos, se publicaron resultados y se había sometido la patente para proteger la propiedad intelectual. La historia se tornó interesante cuando me gradué y vine a Mayagüez como profesor", rememoró.
Un tiempo de pausa en el plan de negocio surgió por situaciones adversas en la economía en general, mientras se continuaba la búsqueda de posibles inversionistas. En el 2004, el doctor Mansfield retomó la gesta de echar hacia adelante la compañía, para lo cual escribió una propuesta al Instituto Nacional de la Salud (NIH), que otorgó una subvención de $ 1.2 millones, a los que se sumó el capital privado.
“Cuando me fui de Purdue, lo que dejé hecho fue un prototipo, sin embargo cuando empieza el proceso de desarrollo, entran otras firmas que tienen la capacidad de hacer un producto que se pueda llevar a la manufactura. Otro reto era que tenía que ser robusto porque el ambiente es bien hostil, ya que esencialmente dentro del tubo tienes agua, mucosidad, secreciones, muchas cosas que obstruyen la manera en cómo el sonido llega a los transductores”, detalló.
El doctor Juan García enfatizó en los retos y beneficios que se pueden obtener dentro del campo de la Bioingeniería, que abarca a su vez todas las disciplinas de la ingeniería y de las ciencias, unidas por un bien común, con un impacto en la Medicina y en la humanidad.
“Quería hacer hincapié en por qué nosotros los bioingenieros trabajamos en estas cosas, pues aquí tienen un ejemplo. A mí, particularmente, me llena de mucho orgullo que uno pudo contribuir a una tecnología que puede salvar una vida o ayudar a que esa vida sea plena durante todos los años que le resten a estos pacientes”, expresó.
Según anunció el también portavoz de SonarMed, luego de haber recibido la aprobación de la FDA para vender el producto, y de realizar varias pruebas en hospitales, se comenzará la logística de venta y mercadeo de manera que la mayoría de las unidades de cuidado intensivo cuenten con este y se convierta en un “Standard of Care”.
El coinventor del AirWave Monitoring System destacó la relevancia de crear una cultura empresarial para promover que más proyectos lleguen a comercializarse, coyuntura que en el RUM, a su juicio, ya tiene varias iniciativas que están rindiendo frutos. A sus estudiantes recomendó identificar el potencial, conocer las necesidades y buscar el capital para invertir.
“Que lo exploren, que lo intenten, para mí es mejor fracasar que no intentarlo. Cuando uno tiene estas ideas que pueden ser visionarias, uno a veces hasta tiene dudas: ‘¿Estaré haciendo algo medio vanguardista o rayando en las líneas de la locura?’. Hay que intentarlo, y que sean otras personas las que te digan que no”, puntualizó.