Más empatía que nunca
Lo que comenzó como una inquietud del profesor Edward Contreras Santiago, quien dicta el curso de inglés básico INGL 3101 en el Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), se propagó de inmediato entre sus estudiantes de las tres secciones de la clase y se transformó en un proyecto de solidaridad con el que han logrado entregar provisiones a 500 familias en comunidades afectadas por el paso de María, en su mayoría aisladas, de Utuado, Morovis, Orocovis y Añasco.
Convencido de que, en estos tiempos, es una tarea ineludible servir a sus compatriotas en necesidad, este colectivo se embarcó en una travesía que los ha unido, y hasta cambiado, en un sinfín de formas. De hecho, para incorporar la experiencia al salón de clases, los alumnos han documentado el proceso y lo recopilarán con una serie de escritos narrativos.
“A pesar de que ha sido arduo y trabajoso, vale la pena. No hay ningún momento en que me arrepienta, ni los muchachos tampoco. Siempre digo que ellos son el motor, yo simplemente soy el conductor”, reiteró el instructor del Departamento de Inglés del RUM, quien está en proceso de culminar su doctorado en Adquisición de una Segunda Lengua en la Universidad del Sur de la Florida, en Tampa.
El también egresado colegial, tanto de su Bachillerato como de Maestría, relató que fue al reiniciar el presente semestre académico, tras la devastación causada por el ciclón, cuando sintió la preocupación al darse cuenta de que no todo el mundo, incluso sus propios discípulos, tenían alimentos para subsistir. Tanto así, que realizó una encuesta informal entre sus grupos.
“Hice el censo y tres alumnos me contestaron que no tenían suficiente comida. Yo estaba muy familiarizado con iniciativas a las que admiro como Come Colegial y sabía que los números habían aumentado de una forma radical respecto a las personas que lo necesitaban, pero no imaginé que la escasez era tanta. Para mí, el alimento es algo que no le debe faltar a nadie”, reflexionó el educador, quien se conmovió en especial ante la carencia de uno de sus más brillantes estudiantes en la misma situación, a quien le proveyó una compra de víveres.
En adelante, la inquietud continuó creciendo y ante esa vocación de servir y de transmitirla a la generación más joven, Contreras Santiago les habló de proyectos como Brigada del Oeste, que ya había emprendido su ruta de trabajo comunitario en la región.
“Le dije a mis muchachos ‘tenemos que hacer algo, nosotros podemos lograr un impacto a nuestra forma’. A mí siempre me gusta integrar otro estilo de dinámica en mis cursos y ahora mismo estamos en un tiempo en el que hay que tener más empatía que nunca. Así es como, a través de un diálogo y de las experiencias que ellos nos contaban sobre sus propias comunidades, establecimos prioridades”, recordó.
Con la ayuda de las redes sociales, así como de almas nobles y comprometidas, se movilizaron y comenzaron a recibir donaciones de comestibles y artículos de primera necesidad, y hasta dinero que igualmente han utilizado para adquirir más suministros. De hecho, la respuesta ha sido tan sólida que la oficina del profesor se quedó chica para acomodar todo lo recolectado y hasta tuvo que ‘invadir’ el espacio de varios colegas que amablemente lo cedieron como almacén en lo que hacían la distribución.
“Los mismos estudiantes han donado, aún teniendo sus propias carencias. Yo he tenido la bendición de tener muchísimas amistades buenas o personas que simplemente quisieron colaborar. Logramos recaudar $2,300 en diez días. Mostraban su apoyo porque hay un cierto sentido de que levantar a Puerto Rico tiene que salir de la gente misma, uno no se puede sentar a esperar, especialmente cuando escuchas lo que está sucediendo en estas comunidades más remotas, donde las ayudas no pueden llegar. Nosotros hemos sido testigos, por eso decidimos repartirlas en las puertas de esas casas”, explicó el docente.
De hecho, una de las metas que se propuso el grupo fue investigar y auscultar de manera minuciosa hasta asegurarse que solo llevarían los paquetes de compra a comunidades devastadas, que carecieran de los servicios básicos de agua y luz, y, sobre todo, que estuvieran ubicadas en zonas de difícil acceso y, por ende, no hubieran recibido ningún apoyo.
Fue así como llegaron a los municipios de la montaña en Utuado, Morovis y Orocovis y al costero de Añasco, donde obsequiaron un almuerzo al hogar de ancianos Nuevo Amanecer, que también tocó muchas vidas. Lo que esos ojos colegiales observaron en cada una de las expediciones, no fue fácil, pero eso los motivó a continuar su gesta incluso sacrificando horas de estudio y hasta de descanso en los fines de semana para cumplir con lo que se propusieron.
“Hay que salir de la burbuja de que todo está bien o todo va a estar bien inmediatamente, porque lamentablemente, no es así. Lo que nosotros hemos visto allá, todo el mundo debería verlo. Sé que hay videos y fotos, pero hasta que no ves la desesperación en las caras de las personas tratando de buscar suministros, no lo entiendes. Aún así, siempre nos recibían con una sonrisa”, agregó el profesor.
Algunos de esos valerosos jóvenes que se unieron a la gesta son Jesús Andrés Colón Moreno, Alexandra Acosta Troche, Ramón Vicente Morales y Yadiel Muñiz Cabán, quienes se lanzaron a esta hazaña en medio de un semestre ajetreado en el que tenían que cumplir con todas sus responsabilidades, incluso de la clase del profesor que los convocó.
“No es que haya hecho un cambio en mí como tal, pero es todo lo que uno hace que te llena como, por ejemplo, ver las caras felices con las que nos reciben, el ayudar sin esperar nada a cambio, un simple gesto de alegría, sorpresa, gratitud, una cosa exagerada porque se les notaba que estaban agradecidos de corazón”, expresó Jesús, en segundo año de Agronomía.
Por su parte, Alexandra contó que tan pronto se enteró de la iniciativa del profesor, lo contactó para unirse y aportar un granito de arena dentro de tanta penuria que vive el país.
“Lo más que nos decía la gente mayor es que la juventud no está perdida. Fue una vivencia que nos ayudó a crecer como personas y a expandir más el conocimiento en todo porque hay personas que realmente necesitan. Vimos más de la pobreza que hay en Puerto Rico. También demostramos que no hay que esperar ayuda del gobierno porque hay otros grupos y entidades que sí pueden aportar”, enfatizó la alumna de Sistemas de Información.
En el caso de Ramón, en su primer año de Agronomía, le impactó ver el efecto multiplicador de la ayuda que ellos llevaban hasta la comunidad y que algunas personas recibían con la salvedad que la entregarían a otros menos afortunados que ellos.
“Mucha gente lo que necesitaba era hablar. A mí me invitaron a la casa de una señora y su mamá, quienes me explicaron sus dificultades. Terminamos hablando de la vida, de cuando eran jóvenes y la diferencia de cuando ellas vivieron esa etapa y ahora. Lo que necesitaban era distraerse”, recordó.
Otro alumno sumamente motivado por el proyecto fue Yadiel, en su primer año de Ingeniería Civil, quien no dudó en los valores personales que obtendría como resultado.
“Fue impresionante porque uno piensa que en Puerto Rico no hay pobreza y eso es falso, pero la satisfacción es grande al ver que las personas agradecen lo que uno hace por ellos y más en esos sitios remotos donde la ayuda no llega. Crecimos como estudiantes y al ser una experiencia nueva, la podemos utilizar de ejemplo en nuestra carrera universitaria, incluso en nuestra vida. ¿De qué te vale tener cualquier grado universitario, el máximo, si no das de lo que tienes, si no compartes ni ayudas al que necesita? De eso se trata”, puntualizó.
El colectivo, muy agradecido por la generosidad de quienes han aportado, así como del Municipio de Mayagüez por proveerles la transportación hasta los lugares, continuará su gesta humanitaria el resto del semestre y ya tiene visitas programadas a Barranquitas y Juana Díaz, entre otros pueblos. La meta del profesor es impactar a otras 500 familias, para llegar a mil hogares puertorriqueños.
“Siempre me gusta estar bien unido a mis estudiantes y no es difícil cuando tienes personas así de buenas, dispuestas. Como profesor, como ser humano y amigo no pude haber pedido mejores alumnos para empezar. Creo que toda clase debe tener una obra comunitaria o humanística. Para mí, nuestro Recinto siempre ha sido un sitio reconocido por cultivarlos intelectualmente, pero ahora vamos a dar paso para demostrar que también lo hacemos como seres humanos con compasión y empatía”, manifestó.
Interesados en unirse o donar, pueden contactar al profesor en su correo electrónico: edward.contreras@upr o en sus redes sociales.
SOURCE: http://www.uprm.edu/portada/article.php?id=4073 |