"Como la tierra seguía temblando y los edificios de mampostería que quedaban, amenazaban peligro, decidí regresar al pueblo, y esta vez tomé la ruta de la calle Méndez Vigo, por creerla de más seguridad para traficar. Al llegar cerca del parque Suau, me sorprendió oír una gritería que venía desde la playa, y me paré un momento para averiguar de qué se trataba, y cuando más cerca de mí estaban, pude darme cuenta que algo más terrible que los terremotos nos esperaba, era nada menos que un maremoto... toda la playa quedó solitaria cuando el mar se retiró de su sitio, unos 50 metros, espectáculo horrible que nunca habían visto, pero que sabían que a su regreso, las olas gigantescas harían daño y se quedaría con todo ese litoral".
Este relato de unas crónicas inéditas de Ricardo Rosas Jr. podría resumir el desasosiego que sintieron los residentes de la zona costera del oeste de Puerto Rico, aquel 11 de octubre de 1918, cuando un terremoto de magnitud 7.3, seguido por un tsunami, impactó el área.
Esa historia ahora está documentada en la exposición fotográfica Conmemoración del terremoto y tsunami del 1918, coordinada por la Red Sísmica de Puerto Rico (RSPR), adscrita al Departamento de Geología del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM).
La exhibición, que reúne 101 fotos que plasman ese emblemático momento, abrió el martes, 13 de febrero en el Museo de Arte del Recinto (MuSA).
“Hoy, 100 años después, deseamos ofrecer a nuestra comunidad puertorriqueña la oportunidad de recrear lo que ocurrió en la isla aquel 11 de octubre, evento que cambió la vida de nuestros ciudadanos. Es nuestra intención y compromiso, hacer todo lo posible por ayudar a desarrollar una conciencia sísmica, a planificar y a prepararse para situaciones imprevistas de emergencia, pero sobre todo, a recordar y aprender de la historia”, sostuvo el doctor Víctor Huérfano Moreno, director interino de la RSPR.
La muestra fotográfica incluye los estragos a las edificaciones, entre ellas, el edificio Degetau, del otrora Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas (CAAM), estructura que se incendió tras el sismo, y cuyo pórtico original sobrevivió el siniestro y que luego, se convirtió en el símbolo institucional del ahora RUM, siempre Colegio.
“Recordar es vivir nuevamente la historia y la historia aprendida, es una lección de vida. Esperamos que disfruten de esta exhibición que ha sido organizada y desarrollada con mucho entusiasmo y cariño para el beneficio y la recreación de nuestra comunidad, pero sobre todo, para reforzar el compromiso con nuestros ciudadanos en el ánimo de ayudar en la preparación y desarrollo de medidas de precaución para eventos de terremotos y tsunamis que pudieran afectarnos”, agregó Huérfano Moreno.
Durante la actividad protocolar, que precedió la apertura de la exposición, se resaltó la importancia de la educación para tener las herramientas para enfrentar un posible terremoto de gran magnitud.
"Hoy tenemos, ante nosotros, la recopilación histórica de un momento muy triste, tanto por las pérdidas de vida, como por el gran daño a la infraestructura en el oeste de Puerto Rico, especialmente aquí en Mayagüez. Una situación sin precedente en la isla, y que desde entonces no hemos experimentado más, afortunadamente. Sin embargo, pudiese volver a acontecer, la diferencia es que ahora, 100 años después, tenemos muchísima información sobre cómo debemos crear conciencia sísmica y prepararnos para responder asertivamente en este tipo de eventos. Es por eso que esta historia que hoy observaremos en las paredes de nuestro Museo, es ¡tan relevante! Nos ayuda a salvar vidas. Nos permite, una vez, más reiterar la importancia de la educación. Nos recuerda que cada uno de nosotros debe tener un plan de emergencia familiar, en el trabajo, en la iglesia, en la comunidad. Nos anima a reforzar las iniciativas de comunicación y difusión", expresó durante su mensaje, la rectora interina del RUM, Wilma Santiago Gabrielini.
Lección de resiliencia
La presentación de la exposición incluyó dos ponencias, una del doctor Manuel Valdés Pizzini, antropólogo y catedrático del Departamento de Ciencias Sociales; y la otra del doctor Fernando Bayrón Toro, historiador y excatedrático del RUM.
La disertación de Valdés Pizzini inició en la década del treinta, fecha que indicó era muy importante para la Sultana del Oeste ya que el puerto mayagüezano era uno de los "centros comerciales y portuarios más vibrantes de este país".
"Tenía almacenes, escuelas, iglesias, talleres de costura, en fin, una vida económica extraordinaria, y esto lo traigo porque hay tres palabras que hemos adquirido después de María: material vegetativo, escombro, y resiliencia, que significa volver hacia atrás, al estado original, la capacidad de resistir y de encontrar nuevas maneras de echar hacia adelante y Mayagüez, 14 años después del terremoto y del maremoto, había vuelto a ser un centro, un puerto de importancia en este país", relató durante su alocución.
De hecho, además de compartir el relato de Rosas Jr., reflexionó sobre una carta publicada en el portal Mayagüez Sabe a Mangó, en la que una dama llamada Asia, escribe a su primo, el primero de noviembre de 1918.
"Mira Erasmo, esto daba terror la noche del terremoto fuerte, como se cayeron los postes de mampostería. No hubo luz por dos o tres días y el mar en reboso, que daba terror".
Precisamente, el antropólogo hizo mención de este pasaje para contrastar la situación existente ahora tras el huracán María, ya que a mayor complejidad de la infraestructura, más difícil es restablecer los sistemas, según indicó.
También mencionaba la misiva: "Las escuelas paralizaron las clases, hasta hoy, que en la Grammar están dando clase a los niños que quieran ir". De manera que, al igual que con el servicio de electricidad, la cotidianidad volvió a restaurarse con celeridad.
"En estos relatos hay muchas lecciones por aprender. Por ejemplo, las historias contadas decían que el mangle salvó muchas vidas. Allí tenemos una lección sobre la importancia de la conservación", enfatizó.
Por su parte, Bayrón Toro autor de varios libros, entre ellos, Mayagüez: temas de su historia y geografía, también compartió información recopilada a través de sus investigaciones.
"El escribir la historia me puso en contacto con el terremoto, que es una de las grandes calamidades que ha sufrido Mayagüez, que han sido muchas. En Mayagüez solamente, el terremoto mató a 47 personas, y en toda la isla, según mis números 119, una muerte hasta en Cayey. En Aguadilla, distinto a Mayagüez, hubo más de 30 ahogados. Ese millón de dólares en pérdidas que dice Ricardo Rosas, finalmente fueron seis millones de dólares. En ese entonces, el Municipio de Mayagüez tenía $254 dólares disponibles para reparar la ciudad. No había FEMA, ni Oficina de Manejo de Emergencias. ¿Cómo se resolvió? Con el apoyo cívico, todo el mundo ayudó. Hasta unos niños de una escuela de Maricao mandaron $1.50", relató el historiador.
La búsqueda de datos sobre Mayagüez y el terremoto, llevaron a Bayrón Toro a encontrar la historia de una monja que falleció a consecuencia del fenómeno. Es así que publica su más reciente texto titulado Un siglo después, un relato novelado basado en lo acontecido a sor Teresa Frigoyen y Lastini.
La exhibición permanecerá en el MuSA hasta el 28 de marzo de 2018, de martes a viernes de 10:00 a.m. a 3:00 p.m. Luego se llevará a otras galerías y museos hasta culminar en octubre de 2018, justo cuando se cumplen los cien años del evento sísmico.