Fueron los alumnos de la década del 60 del otrora Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas (CAAM). Medio siglo después, regresan a su alma mater para ser parte de una gran celebración: la centésima colación de grados del Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico.
Como es costumbre, este selecto grupo, que ya lleva 50 años de graduado, se encarga de apadrinar a los graduandos que en esta ocasión forman parte de la clase de 2014 del siempre Colegio.
Prensa RUM tuvo la oportunidad de compartir con algunos de los representantes de aquellos 416 alumnos que conformaron la clase de 1964, quienes recordaron con nostalgia la época dorada que les trajo hasta el campus mayagüezano.
Ing. Enrique Amadeo Fuertes
Graduado del Departamento de Ingeniería Civil (INCI), su experiencia de estudios la define como exquisita, ya que se trataba de un grupo pequeño de estudiantes, lo que promovía la cercanía entre ellos, así como la atención directa de sus profesores en el salón de clases.
Como parte de su preparación, los cursos de Matemáticas estaban tan presentes como hoy día. Fueron los cálculos los que representaron para él cierta dificultad. Según comentó, era la clase en la que la mayoría confrontaba algún problema. A pesar de la complejidad, alabó la pericia de sus profesores y la excelencia de la enseñanza recibida.
“Para empezar, yo nunca había visitado el pueblo de Mayagüez, así que esa fue mi primera vez en la ciudad. Una anécdota que atesoro de ese tiempo es, que a los dos meses y medio de estar aquí, comencé en la fraternidad Nu Sigma Beta y como parte de mi iniciación, tuve que escoltar a una muchacha que salía desde el edificio Celis hasta el de Estudios Generales con cartera y paraguas en mano. Hoy día, ella es mi esposa de 52 años, así que Mayagüez es parte de mi vida”.
Sus vínculos con el Colegio también los ha mantenido, ya que dos de sus seis hijos son mayagüezanos y continúan con el negocio de alquiler de apartamentos para colegiales.
“Me siento bien honrado, orgulloso de que papá Dios me haya hecho vivir hasta lograr ser padrino en el aniversario de oro de nuestra clase”, reveló.
Nydia E. Sacarello Pérez
Para esta colegial, graduada de un bachillerato en Artes con especialidad en Ciencias Sociales (CISO) y un minor en Humanidades (HUMA), ser madrina de la clase número 100, constituye un privilegio.
“La década del 60 fue una época muy bonita, todos nos conocíamos y nos llevábamos bien. Ser una de las pocas mujeres que estudiaron en ese momento en una Universidad que era para hombres, donde la Ingeniería, la Agricultura eran muy importantes, fue sumamente especial. Entré primeramente a Biología porque mi meta era convertirme en médico, pero debido a unas circunstancias especiales en mi salud y ya con los currículos de Arte, decidí cambiarme”, detalló la exalumna.
Su traslado a la Facultad de Artes y Ciencias no la alejó de sus materias preferidas, los cursos de Biología y Química, pero sí le requirieron un poco de esfuerzo para los de Español, que en su caso representaron una gran dificultad.
“Completé mi bachillerato en Arte, aunque en Medicina uno está directamente con el pueblo, con la gente, por haber estudiado CISO, pude desempeñarme en el Departamento de la Familia, por lo que siempre me mantuve en contacto con otras personas”, afirmó.
De su jornada estudiantil recuerda a la doctora Josefina Rivera de Álvarez (q. e. p. d.), profesora en Estudios Hispánicos y al doctor Fred Soltero Harrington, con quien tomó Química.
Lic. Raúl Pla Martínez
Sus vínculos con el Colegio se remontan cuando tenía once años de edad, momento en que su padre llegó a la Institución para construir el edificio Antonio Lucchetti que alberga el Departamento de Ingeniería Mecánica (INME). Desde entonces, se encaminó hasta lograr su admisión y estudiar Economía en el otrora CAAM.
“Era una época preciosa, todos nos conocíamos, pero lo malo es que había pocas muchachas; la competencia era mucha. Cuando llegaban los muchachos del ROTC, bien uniformados con mucha marcha, nos quitaban las novias y no había chance para nosotros; pero hacíamos lo que podíamos”, confesó entre carcajadas.
De sus años como estudiante recuerda los cursos sobre Economía que tomó con los profesores Olivieri y González. De hecho, esa fue la base que le llevó a proseguir estudios en la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica.
Como padrino, compartió su visión de que añora que los colegiales de hoy amen al Colegio como los alumnos de antaño.
“Es un gran privilegio, porque ser colegial, para mí, es muy importante. Ahora mismo ocupo la vicepresidencia de la Asociación y Fundación Alumni Colegial. Mi vínculo con el Colegio es fuerte, tratando de ayudar desde nuestra organización a canalizar sus necesidades y lograr que esto sea un mejor lugar para estudiar y, sobre todo, sentir ese orgullo que representa ser un egresado del RUM”.
Ing. Eddie Velázquez Medina
El desarrollo industrial del Puerto Rico de entonces fue lo que le impulsó a seleccionar la Ingeniería Civil (INCI) como concentración de estudios. Según compartió el ingeniero Velázquez, la década del 60 era un momento en el que había necesidad de profesionales y el campo de la Ingeniería era lo lógico para quienes, como él, estaban cerca -pues residía en Rincón- y significaba algo distinto ir a estudiar a otro lugar.
De su época como colegial, recuerda que la clase que representó un reto para él, fue una de las varias Matemáticas que forman parte del currículo de INCI. “La más difícil fue aquella Matemática que tomé con un americano que escribía con la derecha y borraba con la izquierda. Tanto, que tuve que repetirla”.
Al preguntarle cómo se siente al ser egresado del RUM, Velázquez comentó que vive agradecido por el éxito que ha tenido en su profesión y que le debe al Recinto.
“Gracias al Colegio, pude educar aquí a mis cuatro hijos; tres de ellos estudiaron Ingeniería y el otro, Mercadeo. Ahora, como padrino, es una agradable sorpresa regresar y recordar el ayer”, señaló.
Ing. Melvin B. Cotto Serrano
Otro exalumno que se une al grupo de padrinos de 1964 es el ingeniero mecánico Melvin B. Cotto Serrano. Para este riopedrense, el ambiente del 60 también se distinguió por la solidaridad y las buenas relaciones entre los compañeros.
Una de las experiencias que más atesora fue cuando representó los colores verde y blanco en los eventos de atletismo durante las Justas de la Liga Atlética Interuniversitaria en 1963. El ingeniero Cotto confesó, que aunque no era un atleta distinguido, fue algo muy bonito para él.
Sus vínculos con el Recinto son muy estrechos, ya que está casado con la profesora jubilada del Departamento de Ciencias Matemáticas, Eva Quijano Vives, y porque de los tres hijos que procrearon, sus dos hijas laboran como docentes en la Facultad de Administración de Empresas -la Dra. Evaluz Cotto Quijano y la profesora Karen Cotto Quijano- además de que reside cerca y también se ejercita en los predios del Coliseo Rafael A. Mangual.
Aunque se ha mantenido cerca del Colegio, añoraba el momento en que, al igual que su esposa hace algunos años lo hizo, él apadrinara a la clase que se graduara 50 años después que la suya. “Esta es la oportunidad de compartir con personas que uno aprecia y que vio hace mucho tiempo”, sostuvo.
Dr. Fernando L. Benítez García
La clase de 2014 cuenta con un padrino que, desde que estudió en el Colegio, ha mantenido inquebrantables sus lazos con esta Institución. Se trata del doctor Fernando L. Benítez García, egresado del Departamento de INME y quien, con el pasar del tiempo, se convirtió en uno de los directores del mencionado departamento.
Este ponceño, proviene de una familia de educadores, pues su padre era maestro de ebanistería y su ejemplo fue lo que despertó en él, el interés por la Ingeniería. Al graduarse de cuarto año en 1955, tuvo que posponer su inicio en el Colegio, para servir en el Ejército de los Estados Unidos. A su regreso, comenzó estudios en 1960 y al graduarse de bachillerato, fue enviado a completar una maestría y un doctorado, ambos subvencionados por la Institución.
“Desde pequeño, me fascinó la Ingeniería, y de ella, la Ingeniería Mecánica. Mi padre siempre estaba trabajando con máquinas, haciendo muebles y a mí me gustó la interacción con los sistemas mecánicos. Aquí estuve desde que entré hasta el 2010 cuando fue la última vez que di una clase en INME. Siempre vengo a visitar a mi familia”, afirmó.
Dra. Edith Algren de Gutiérrez
Una de las pocas colegiales que se paseaba por el campus mayagüezano en una época en la que no abundaban las universitarias, es la doctora Edith Algren de Gutiérrez. En el CAAM se especializó en Inglés y Humanidades y más tarde se desempeñó como profesora del Departamento de Inglés hasta su retiro tres décadas después.
“Yo siempre he estado en el Colegio, porque nací en el antiguo hospital St. Marys, que ahora es el MuSA y además porque mi padre trabajó en el Departamento de Edificios y Terrenos. Al graduarme de la Academia Inmaculada Concepción de Mayagüez, las monjas querían enviarme a estudiar a Estados Unidos y para ello, necesitaba tomar un examen al que no me presenté, porque ya había solicitado admisión al Colegio”, relató.
De sus vivencias colegiales, la doctora Algren destaca que tuvo muy buenos profesores, tanto que cuando se fue a hacer estudios graduados en Estados Unidos, gracias a la sólida preparación en Inglés y Humanidades, aventajaba a sus compañeros.
Asimismo, recuerda la visita del doctor Martin Luther King al Colegio para ofrecer una conferencia de la que fue parte de la audiencia. “Ese fue un verdadero honor. Hicieron un grupo de estudiantes de Humanidades e Inglés. Allí estuvimos como 45 minutos con Luther King”, puntualizó.
Otra de esas anécdotas inolvidables es la que experimentó durante un examen final de Física. Entre risas, confesó que para aprobar el curso, uno de los novios de sus compañeras, quien estudiaba Ingeniería, acudió al salón donde se examinarían y escribió las fórmulas en el techo. Así lograron aprobar el curso.
No obstante, recuerda otras vivencias. En su trayectoria académica, quedó muy impactada por el método de enseñanza del doctor Ríos, del Departamento de Inglés, quien al repartir los exámenes les decía: On your honor, confiando en la honestidad de cada uno de sus estudiantes. "Allí nadie miraba para el lado", aseguró.
La suma de esas vivencias incluye la satisfacción de regresar al Colegio para laborar como profesora. Además, su esposo fue parte de la facultad de CISO y sus dos hijos también son exalumnos del RUM. Por todo esto, volver, 50 años después para ser parte de los padrinos de la clase graduanda es un gran privilegio.
Elvira Rovira Fernández
Otra de las que acudió al llamado de los exalumnos de 1964, fue Elvira Rovira Fernández, quien completó un bachillerato en Artes con concentración en Ciencias Sociales. Coincidió con sus compañeros al describir con picardía, su experiencia de estudio como maravillosa y acentuada por el numeroso grupo de varones, versus la pequeña cantidad de chicas.
Entre los recuerdos que afloraron durante la entrevista, Elvira mencionó que nunca olvida cuando tomó el primer laboratorio de Química. “Fui inmediatamente a darme de baja. Mi clase preferida fue la de Zoología con el profesor Berríos. Pero, mi modelo fue la doctora Eneida Rivero, ella fue tremenda profesora”, señaló.
De Rivero le impactó la manera en que sentó las reglas del salón de clases respecto a la vestimenta. Para ella resultaba inaceptable que los varones fuesen con pantalones cortos o en chancletas y que las féminas vistieran faldas cortas y mucho menos, pantalones.
Con el Colegio se ha mantenido siempre ligada, ya que al terminar su bachillerato, completó una maestría en Orientación y Consejería que la llevó a laborar inicialmente en el Departamento de la Familia. Más tarde, pasó a ser parte de los orientadores colegiales hasta que su jubilación en el 1990.
“Ser madrina es un orgullo, y sobre todo, darle gracias a ese Padre Celestial que nos ha permitido llegar a esta etapa de poder ser parte de los padrinos del 64”, concluyó.
Cinco décadas después de aquel 3 de junio de 1964 no ha disminuido en estos estudiantes de ‘antes’ el orgullo de que ‘ahora’ regresan como padrinos a la Institución que tanto han querido, y que amarán por ‘siempre’.