portico

La clase dorada del RUM

Por Rebecca Carrero Figueroa (rebecca.carrero@upr.edu)
PRENSA RUM

lunes, 17 de julio de 2017

Vivieron la transición del otrora Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas (CAAM) al Recinto Universitario de Mayagüez. En su época, las Justas Intercolegiales coronaban a los Tarzanes y las Juanas y se celebraban siempre en San Juan. A sus recuerdos se suman las paradas de los cadetes del Cuerpo de Adiestramiento para Oficiales de la Reserva (ROTC), en su recorrido por las calles del centro urbano mayagüezano. Llegaron al Colegio con ilusiones… regresan felices por la nostalgia del pasado.

Su ejemplo de tenacidad inspira a la nueva generación colegial a creer que los sueños pueden alcanzarse. En su caso, fueron 514 los que desfilaron un 4 de junio, hace 50 años, y hoy, vuelven a su alma mater para engalanar la centésima cuarta colación de grados al acompañar el recorrido de los colegiales de ahora, en el Coliseo Rafael A. Mangual.

El Colegio de entonces, solo contaba con las facultades de Agricultura, Ingeniería, y Artes y Ciencias. Era un campus en el que estudiaban muy pocas mujeres -solo se graduaron 105 féminas- pero juntos, formaron integran la clase graduada de 1967, hoy los padrinos del 2017.

“Esta es mi graduación, porque no pude venir a la mía por estar en el viaje de estudios a Europa”, señaló Carmen Esther Torres Aponte, una de las madrinas del 2017.

Según explicó, ese día, ella y su compañero, Antonio Martínez, mientras se encontraban en Ámsterdam, Holanda, indagaron acerca de la diferencia en horas con Puerto Rico y entre lágrimas, conmemoraron su graduación. Por encontrarse fuera del país, fue excusada de los actos de graduación y su diploma lo recibió, in absentia, por lo que, “siento la emoción de entrar al Colegio, aunque sin toga ni birrete, pero escuchando el Himno y por fin, desfilar”, indicó Carmen Esther.

Motivada por su amor por la literatura, completó un bachillerato en Español y se desempeñó como educadora. De su tiempo en el salón de clases, atesora grandes recuerdos de sus profesores y compañeros, algunos de estos, con quienes estudió desde la escuela elemental.

“Tuvimos la dicha de que nos graduamos juntos de cuarto año, los compañeros que están conmigo hoy, Vilma, Marianita, Antonio, Raquel… y luego tuvimos el placer de, cuatro años después, terminar nuestro bachillerato aquí, en el Recinto. Así que nuestra amistad viene desde que estábamos en la Academia Inmaculada Concepción”, destacó.

Esa travesía esmeralda que hoy se vuelve dorada, se inició desde muy pequeña, cuando su padre la traía a jugar en el campus. Desde entonces, comenzó a soñar con que algún día se graduaría del Recinto. 

“Gracias a Dios, mi sueño se logró. Trabajé como maestra toda mi vida y ahora, estoy aquí. Es un privilegio apadrinar esta clase porque no todo el mundo tiene esa dicha, de 50 años después, gozando de salud, acompañar a estos jóvenes que logran su triunfo como lo logré yo, hace cinco décadas”, sostuvo.

Por otra parte, aunque comenzó sus estudios universitarios en otra institución, su llegada al Colegio se convirtió en la época más feliz de su vida, la que imagina coincide con las de otros estudiantes y su amor por la sangre verde. Este es el caso de María Isabel Lugo Guzmán, conocida como Marisel, quien completó su bachillerato en Ciencias Sociales.

“Me siento bien orgullosa de pertenecer al Colegio y me trae muchos recuerdos. Estoy feliz de estar aquí”, expresó.

En el caso de Aida T. Martínez Ramírez, el Colegio fue su opción de estudios más cercana, ya que residía en Mayagüez Terrace, por lo que venir a estudiar al Recinto no conllevaba gastos de hospedaje ni transportación, además de que seguía viviendo en casa, con sus padres.

Aida, quien completó un bachillerato en Ciencias Sociales, con concentración en Psicología, formó parte del Coro del RUM, bajo la dirección del profesor Celso Torres. De su grata estadía colegial rememora cómo celebró aquel triunfo en las Justas Intercolegiales durante sus primeros años de estudio.

“Fue tan grande la celebración, que, para asistir al baile en el Centro de Estudiantes, me hice un traje verde, verde, con dos aplicaciones blancas, los colores del Colegio… estaba toda colegial”, describió.

“No pensaba que llegaría a los 50 años de graduada, pero volver es muy emocionante", agregó. Al igual que ella, su hija, Wanda Pérez Martínez siguió sus pasos al también graduarse del RUM.

Otra de las madrinas que también completó su bachillerato en Ciencias Sociales, con una concentración en Psicología, es Amáralys Méndez Cordovés. Otra feliz coincidencia para ella, fue que también integró el coro del RUM, bajo la dirección del profesor Torres.

Según relató a PRENSA RUM, una de las experiencias que aún recuerda es una electiva libre que tomó en Zoología con el fenecido doctor Juan Rivero.

“Todavía me pregunto por qué, pero tuvo una razón de ser. De momento, me sentí asustada porque no era mi Departamento, pero luego la experiencia fue maravillosa y hoy día, con la institución que representa el doctor Rivero, me siento más orgullosa aún y menos arrepentida de haber tomado esa clase”, aseguró.

El volver a su alma mater después de todo este tiempo, representa para ella, “felicidad, orgullo, un privilegio por el compartir con esta otra generación. Mi hijo Melvin J. Rivera Méndez es egresado de Contabilidad y tengo a una nieta estudiando actualmente Biología”, dijo.

Esas añoranzas de un pasado feliz que les catapultó a un futuro prometedor con el que aportaron con sus destrezas a Puerto Rico, son parte del testimonio del doctor José I. Padovani Padilla, otro de los padrinos del 1967 y quien lleva 50 años preparándose para este momento.

“Yo comencé estudiando Ingeniería Química, pero durante mi primer año, el doctor Fred V. Soltero Harrington, me convenció de estudiar Química y me cambié. Al siguiente día de la graduación, comencé a enseñar esa materia a estudiantes de escuela superior y me mantuve trabajando como profesor durante 41 años”, precisó.

Su trayectoria colegial le permitió desempeñarse durante más de 15 años como decano auxiliar de la Facultad de Artes y Ciencias, y otros cinco, como decano de estudiantes, por lo que se encuentra muy familiarizado con la ceremonia de entrega de diplomas.

“Yo, recuerdo de ese tiempo, la relación que mantuve con los atletas, con los integrantes de las asociaciones estudiantiles, con los de banda y orquesta, cómo recorríamos la isla en múltiples actividades. Fueron años intensos, pero de los mejores. Después de la familia, lo primero para mí, fue el Colegio”, exclamó.

Del período en el que estudió, evoca los excelentes profesores que tuvo, como Aníbal Rodríguez, de Matemáticas; Annelisse Kraft, de Física; los grupos excepcionales en los que eran pocas las féminas, y muchos, los estudiantes latinoamericanos, sobre todo, de Colombia, Venezuela y República Dominicana. De hecho, en su ceremonia fue el recipiente del Gran Premio, hoy, Gran Premio Luis Stefani Raffucci, por culminar con un índice académico de 4.00 y no más de una baja.

“En mi año nos graduamos cinco de Química, todos varones. Era el tiempo en que existía una gran integración entre los profesores y entre todas las facultades. El Recinto era más pequeño, pero contaba con figuras muy reconocidas de todas las disciplinas. Incluso, hasta grandes artistas como Marco Antonio Muñiz y Olga Guillot, entre otros, vinieron al campus para ofrecer sus espectáculos”, subrayó.

Su esposa, con quien lleva casado 43 años, al igual que sus tres hijos, son todos colegiales.

Para Julio Santiago Ortiz, la celebración fue doble, ya que además de conmemorar los 50 años de graduado del RUM, uno de sus nietos, Rubén Antonio Arroyo Santiago, completó su bachillerato en Kinesiología- Adiestramiento Arbitraje. 

Los recuerdos de este colegial incluyen su ingreso a la Facultad de Ingeniería del Recinto, en 1958. Durante los primeros dos años de su carrera, fue parte del ROTC, pero tuvo que interrumpir sus estudios e ingresar al ejército de los Estados Unidos, por lo que regresó, posteriormente en 1963 a completar su bachillerato, esa vez en Inglés. 

"En ese tiempo fui atleta de martillo y pesa en las Justas Intercolegiales y participé del equipo que quedó campeón en el 1958. No puedo olvidar cuando estábamos los atletas con el profesor Mangual, con Golo Laracuente ni cuando nos sentábamos frente al edificio de Administración; la Cafetería vieja, los profesores, como Angelita Quiñones de Humanidades... muchos recuerdos bonitos", articuló.

Además de su nieto, sus hijos siguieron las huellas colegiales. Juan Julio, en Ingeniería Química; Diana, en Ingeniería Eléctrica; Vanessa, en Maestría en Matemáticas, y Altagracia, quien trabaja actualmente en Asistencia Económica.

Don Julio se mostró agradecido por regresar al Recinto 50 años después y por la doble emoción de apadrinar esta clase graduanda.

"Estoy muy agradecido con las autoridades colegiales que me invitaron y siempre dispuesto a dar lo máximo por el Colegio. La sangre verde es lo que siempre corre por las venas", afirmó.

El domingo, 16 de julio, este grupo de padrinos revivió su recorrido esmeralda con los toques dorados del trayecto que les legó su paso por la institución que les marcó para siempre, ¡el Colegio!


  • Amáralys, Aida, María Isabel y Carmen Esther integran la clase graduada de 1967 del RUM.<br>Luis (Desi) Soto/Especial para Prensa RUM
  • Carmen Esther Torres Aponte por fin ve su sueño de desfilar al son del Himno Alma Mater, 50 años después.<br>Suministrada
  • Mientras estudiaba Ciencias Sociales, Aida T. Martínez Ramírez, fue parte del Coro del CAAM.<br>Suministrada
  • Para Amáralys Méndez Cordovés, volver a su alma mater representa un privilegio por compartir con esta otra generación colegial.<br>Suministrada
  • Izquierda: El doctor José I. Padovani Padilla recibe el Gran Premio de 1967 del entonces decano de estudiantes, Dr. Carlos L. Arcelay. Derecha: Padovani junto al rector, licenciado José Enrique Arrarás.<br>Suministrada
  • Para Julio Santiago Ortiz, la celebración fue doble, ya que además conmemoró la graduación de uno de sus nietos.<br>Foto captura/Prensa RUM
  • El doctor José I. Padovani, al centro, junto a los galardonados con el Premio Luis Stefani Raffucci del 2017.<br>Carlos Díaz/Prensa RUM
Amáralys, Aida, María Isabel y Carmen Esther integran la clase graduada de 1967 del RUM.<br>Luis (Desi) Soto/Especial para Prensa RUMCarmen Esther Torres Aponte por fin ve su sueño de desfilar al son del Himno Alma Mater, 50 años después.<br>SuministradaMientras estudiaba Ciencias Sociales, Aida T. Martínez Ramírez, fue parte del Coro del CAAM.<br>SuministradaPara Amáralys Méndez Cordovés, volver a su alma mater representa un privilegio por compartir con esta otra generación colegial.<br>SuministradaIzquierda: El doctor José I. Padovani Padilla recibe el Gran Premio de 1967 del entonces decano de estudiantes, Dr. Carlos L. Arcelay. Derecha: Padovani junto al rector, licenciado José Enrique Arrarás.<br>SuministradaPara Julio Santiago Ortiz, la celebración fue doble, ya que además conmemoró la graduación de uno de sus nietos.<br>Foto captura/Prensa RUMEl doctor José I. Padovani, al centro, junto a los galardonados con el Premio Luis Stefani Raffucci del 2017.<br>Carlos Díaz/Prensa RUM
Title bar for videos

1


Video reportajes disponibles en:
youtube Clase del 67 apadrina a la Clase del 2017 del RUM

SOURCE: http://www.uprm.edu/portada/article.php?id=3986